lunes, 14 de diciembre de 2015

Chuang Tzú. La necesidad de vencer .





Cuando un arquero dispara porque sí, está en posesión de toda su habilidad. Si está disparando por ganar una hebilla de bronce, ya está nervioso. Si el premio es de oro, se ciega o ve dos blancos... ¡Ha perdido la cabeza! Su habilidad no ha variado. Pero el premio lo divide. Está preocupado. Piensa más en vencer que en disparar... Y la necesidad de ganar le quita poder.
El camino de Chuang Tzú - Thomas Merton






Onuma, Hidearu. (Kyudo, The essence and practice of Japanese Archery)

 
 
 





The say that technique is the stairway to the spiritual level. Before you can know what true kyudo is, you must first the experience of knowing that every time you shoot you will not miss the target. This in itself is not kyudo, but is a necessary step.

 
Traducción: Dicen que la técnica es la escalera al nivel espiritual. Antes de saber qué es el verdadero kyudo, se ha de tener la experiencia de saber que  no fallarás el mato cada vez que tiras. Esto en sí mismo no es kyudo, pero es un paso necesario.





domingo, 13 de diciembre de 2015

LA POSTURA - DÜRCKHEIM




Para muchos, la gran pregunta es: ¿cómo eliminar los pensamientos, las imagenes? Se puede superar la distracción con la concentración en otra cosa. Creo, en verdad, que, en la medida en que nos esforzamos por conseguir una buena actitud, tenemos bastante que hacer. Y creo también que esto es siempre necesario. Ante todo, hay que ponerse en orden, es decir, en el orden que nos vuelve capaces de realizar la transparencia que buscamos. Hay tres cosas que considerar:

1. Que la postura dependa del centro de gravedad.

2. Liberar la respiración de esa tendencia a hacerla demasiado alta y demasiado superficialmente.

3. Buscar el equilibrio entre tensión y distensión, lo que tiene inmensa incidencia en la ubicación del punto de gravedad y en la respiración.

Si ante todo controlamos la postura, todo lo que se refiere a la vertical, la tensión justa la relajación de la cabeza a los pies y sí por último, controlamos la respiración... ¡tenemos bastante que hacer!
Esta concentración en un objeto comienza, después de un cierto tiempo, a concentrarse sobre nosotros, por así decirlo. Es entonces cuando la respiración, que era el objeto de nuestra atención, se convierte en sujeto ¡ y nos sentimos respirados por la respiración!

Las lecciones de Dürckheim. Jacques Castermane. Ediciones Luciérnaga. Barcelona. 1989




lunes, 9 de noviembre de 2015

DURCKHEIM Y EL KYUDO.



J.C.-Cuando usted estuvo viviendo en el Japón practicó el tiro al arco. ¿Cómo comenzó todo?
G.D.-Apenas llegado a Japón me interesé en el budismo zen. Como yo interrogaba con frecuencia sobre esto a un amigo japonés, éste me dijo: «Me gustaría que viera usted a mi maestro». Al preguntarle yo de qué maestro se trataba me respondió: «De mi maestro de tiro al arco, Kenran Umeji  Roshi».  (Escuela MuYoShinGetsuRyu)
Manifesté tener gran interés y, pocos días después, me encontré con este hombre, quien me interrogó acerca de las experiencias que yo había tenido desde mi llegada a Japón. Después de haber escuchado los nombres de las personas con las que yo había podido conversar sobre el zen, me dijo inmediatamente que todo eso era muy superficial. Que para comprender lo que era el zen era necesario hacer un ejercicio a fondo. «Cuanto más haga usted un ejercicio a fondo -me dijo-, más numerosos serán los sectores de su vida fecundados por esta profundidad.» «¿Qué ejercicio me propone usted?», pregunté. «Por ejemplo, el tiro al arco», respondió. «Pero ¡no tengo maestro!», exclamé. «Yo puedo ser su maestro», afirmó él, y así fue como comencé la práctica del tiro al arco.
J.C.-¿Iba usted al dojo todos los días?
G.D.-No. Yo vivía en Tokio y el dojo del maestro Umeji estaba a varias horas de tren. Había colocado un manojo de paja en la galería y me ejercitaba media hora todos los días. ¡Debo aclarar que durante los tres primeros años había que estar a tres metros del blanco! Sólo después de tres o cuatro años de práctica se obtiene el permiso de tirar desde 25 o 30 metros. De modo que no precisaba mucho espacio. El maestro Umeji tuvo la gentileza de enviar regularmente a Tokio a su primer discípulo S. Sagino, para que controlara mi práctica, (El maestro S. Sagino fue el sucesor de Umeji Roshi. Su escuela de tiro al  arco está situada en una ciudad próxima a Imeji (en la región de Osaka). Graf Durckheim y el maestro Sagino se reencontraron en julio de 1981 con motivo de la inauguración del Centro Durckheim. ) e incluso él mismo en persona vino en algunas ocasiones. Hacía poco tiempo que me ejercitaba cuando fue a verme por primera vez. Yo  había sujetado con alfileres una pequeña hoja en el centro del matojo de paja. Con muy buen humor, me preguntó qué me había hecho la hoja para merecer tal suerte. «¡Pero, querido maestro, después de todo se trata de llegar a tocar el centro!», dije. Su silencio me hizo comprender al instante que mi respuesta no le había satisfecho. Luego dejó caer un comentario, cortante como una hoja de sable: «¡Todavía no ha comprendido usted nada!».
J.C.-¿Qué era lo que debía comprender? 
G.D.-Necesité meses de práctica para comprender que, ante todo, había que adquirir conocimiento del arco, de la flecha. Que a continuación había que repetir incansablemente una secuencia de movimientos. Siempre los mismos gestos, sin error, hasta lograr la unión de sí mismo con esta técnica. Es importante dominar la técnica a la perfección para, finalmente, dejar fluir cada gesto. Llega entonces el momento en que no hay nada más que hacer. Es en ese instante cuando se deja actuar a una fuerza más profunda y éste es el gran principio de todos los ejercicios : hacer siempre lo mismo.
J.C.-En cambio  para la pedagogía occidental un ejercicio deja de tener sentido en el momento en que se sabe hacer. En ese momento se pasa al ejercicio siguiente porque de otro modo no habría progreso.
G.D.-Si la finalidad del ejercicio es un buen resultado o un progreso, eso es quizá lo que corresponde hacer. Pero aquí lo que importa no es el progreso sino la profundización de la persona.Y aun llega más lejos. Cuando yo estaba en el dojo con los ancianos, me sentí muy sorprendido al ver que el maestro Umeji los corregía exactamente con las mismas palabras que empleaba conmigo. Uno de sus discípulos más ancianos, advirtiendo mi azoramiento, me dijo: «Puede usted estar seguro de que, cada vez que oímos lo mismo, es al mismo tiempo siempre algo distinto; porque cada vez usted mismo está en un plano diferente».
Tenía razón. Es como buscar una pieza de oro sepultada en la tierra: lo único que se puede hacer es continuar cavando. Se cava más y más hasta que se llega. De este modo, la atmósfera del dojo es un asunto de vida o muerte. El ambiente que reina durante el ejercicio demuestra cuán importante es lo que se busca y que se trata de algo muy distinto a llegar al centro de un blanco con una flecha.
J.C.-Lo que me cuenta me recuerda la experiencia de su compatriota Eugen Herrigel quien, en su desesperación de no poder comprender que no hay que tirar, sino que es preciso llegar al punto en que «algo tira por nosotros», encuentra un truco que facilita su tiro y le permite alcanzar mejor el blanco. Su maestro observa cómo tira, coge su arco y lo despide por no ser digno de la disciplina enseñada.
G.D.-Sí, Herrigel hizo exactamente lo contrario de lo que se considera que es el ejercicio zen: hacer algo que permite llegar a tener éxito.
J.C.-¿Conoció usted a Eugen Herrigel?
G.D.-Estuvo viviendo en Japón antes de que yo fuera y no tuve ocasión de verlo. Hace algunos años lo visité en la Selva Negra, donde vivía, al igual que Heidegger. Herrigel era un hombre de una gran integridad. Aún lo veo, de pie frente a su escritorio, escribiendo. Cuando le pregunté si escribía un segundo libro me respondió que lo había comenzado pero que, como no lograba traducir con exactitud su experiencia, prefería renunciar a su intento. Es maravilloso, ¿no es verdad? Su libro es, ciertamente, la mejor transcripción de un ejercicio zen. Un ejercicio cuya finalidad no es llegar a la diana sino llegar a sí mismo. Es decir, alcanzar el dominio que nos permite abrirnos a una fuerza más grande, a una fuerza más profunda que el budista denomina Ello. ¡Y es una experiencia extraordinaria! Ese  momento en que la mano se abre como una flor. Por supuesto, hay alguien que tira y hay un arco. Pero, en ese momento particular, se tiene la impresión de confiar a un tercero esa técnica dominada, de tal modo que, a través de nosotros y en el lenguaje de esta habilidad, aquél canta el Cántico de los Cánticos, el canto de lo Eterno.

J.C.-Poco importa si la flecha no toca el blanco.
G.D.-No estoy seguro de que se pueda afirmar eso. El zen no opone meditación y acción. La finalidad del ejercicio es la eliminación del yo, del ego, con el fin de brindarle al Ser la oportunidad de despertarse. Pero ¿para qué? Recuerdo un encuentro al que los dojos habían enviado sus mejores discípulos. Lo más interesante era que, alrededor de cada tirador, había tres jueces. El primero contaba los puntos sobre el blanco. El segundo observaba la forma en que se hallaba el hombre que tiraba, su manera de estar allí. El tercero miraba únicamente su rostro. Y si, en el momento de soltar la cuerda, el rostro expresaba el deseo de tener éxito o el temor de fallar, el tiro carecía de importancia ¡por más que la flecha tocara el centro de la diana! pues se trataba de un tiro impuro.
J.C.-Hay dos jueces que miran al hombre y uno solo que mira el blanco. No se elimina la realización exterior, pero importa más la realización interior. Me atrevo a hacerle una pregunta indiscreta. ¿Qué le sucede al viejo maestro de tiro al arco? ¿A aquél que, a causa de la edad, pierde la vista o está curvado y endurecido por la anquilosis y la artrosis?
G.D.-Por el contrario, es una buena pregunta. Me recuerda la experiencia que tuvo uno de mis amigos no hace mucho tiempo. Viajó a Japón para asistir a una gran demostración de maestros de tiro al arco; una reunión que iba a ser coronada con la presencia del gran maestro.
¡Por fin llegó el momento! Un hombrecito que llevaba un arco inmenso hizo su entrada. Era un viejo tembloroso ... de modo que era lógico preguntarse qué podría hacer. Entonces el viejo maestro se arrodilló, se inclinó, se enderezó con dificultad, cogió la flecha, tendió el arco y, en medio de un silencio religioso, la flecha partió y cayó a menos de diez metros, sobre el suelo ... Pero en ese mismo momento, relataba mi amigo, una veintena de personas en el público llegaron al satori ... Lo que emanaba de ese hombre viejo, de su presencia con el arco que le había acompañado toda su vida, bastaba para conmover a aquel en que se dirige a su Ser. Le bastaba con estar allí, simplemente con estar allí.
J.C.-Se trata por cierto de una realidad bien diferente de todo aquello que llamamos deporte.
G.D. Aquí el deporte se convierte en un arte, un arte de vivir. Existe esta oportunidad en cualquier arte cuya técnica dominemos: la oportunidad de ponernos a disposición de una fuerza que realiza el trabajo a través vuestro. Hay que distinguir entre el sentido del tiro al arco y la finalidad del tiro al arco.
La finalidad es el resultado, los anillos en el blanco. En el deporte cuentan los centímetros o las décimas de segundo ... El sentido no es el blanco sino el hombre. En función del sentido, el trabajo comienza por la eliminación del yo que quiere hacer las cosas bien, que quiere ganar. Tres años de trabajo técnico a tres metros de un manojo de paja. ¡Ni siquiera era una diana! Es entonces cuando lo que el hombre sabe hacer, la técnica dominada a la perfección, brinda la oportunidad de volverse permeable a otra realidad. ¡Feliz quien toca un instrumento! Conozco a un pianista de renombre internacional que rehusó todos los contratos ofrecidos durante un año entero para trabajar las escalas. Solamente las escalas a lo largo de muchas horas al día. Eso es lo que hoy en día le confiere ese toque particular. Porque la escala que se repite nos da la oportunidad de ser diferentes en nuestro ser entero.
El tiro al arco es una escala de seis u ocho movimientos, siempre los mismos. Primera flecha…. Segunda flecha  ¡he bloqueado la respiración!  Tercera flecha...  ¡quise hacerla demasiado bien!... Centésima flecha ..  el culpable no es la flecha, ni el arco, ni la técnica que se domina. El culpable es uno mismo. Y esa centésima flecha será quizá tan mala como la segunda, pero «usted» es diferente; estamos cambiados, transformados por ese esfuerzo de eliminar las condiciones desfavorables.
J.C.-Me agrada mucho el paralelo que usted traza entre una disciplina tradicional de Extremo Oriente y el ejercicio cotidiano de nuestros músicos, las escalas.
G.D.-Sí, en los dos casos se trata de aprovechar una técnica que se sabe hacer. Si no se hace bien es porque el yo está en juego. La idea del zen, en el fondo, es la limpieza de éste, la limpieza del yo. Es así como se abre la puerta a la gran presencia. El ejercicio es, pues, una transformación del hombre hacia una transparencia para la trascendencia. Esto significa que no es sólo para usted que está ahí, sino para que esa otra realidad pueda pasar a través suyo en la existencia cotidiana. Gracias al ejercicio, tenemos la oportunidad de vivir esta experiencia.

Jacques Castermane. " Las Lecciones de Dürckheim", Ed Luciérnaga, 1989










Texto extraído de la WEB de  JOSHU MARTÍNEZ CLARÁ.  Arte- Shodo (Caligrafia)- Kyudo(Tiro con Arco) Tai Chi y ZaZen. 

http://joshumartinezclara.balearweb.net/post/115349










jueves, 1 de octubre de 2015

KYUDO Y PROTOCOLO




La palabra etiqueta en relación al Kyudo la leí por primera vez en un libro de Michel Martin que se llama “Kyudo: un tire,une vie”. Es un libro que compré cuando empecé a dar mis primeros pasos en el Kyudo hace doce años , en 1998.Es un libro que aprecio mucho. La verdad es que muchas de las cosas que leí, entonces, no las he comprendido más que a través del tiempo y sobre todo cuando me he encontrado con nuevas experiencias en mi aprendizaje. La etiqueta es una palabra adecuada cuando se habla del Ceremonial  que rodea la práctica del Kyudo. La propia práctica tiene mucho de solemne pero sobre todo indica la manera  adecuada de comportarse en el Dojo entre los compañeros, la actitud con el maestro y del maestro con los demás.  Son veintidós puntos que si se observan con cuidado ayudan mucho a la práctica del Kyudo.


 El capítulo dice así:  Reglas en vigor en todos los dojos de Kyudo del mundo.(1990)  Un principiante no puede utilizar el arco y la flecha desde el primer momento, aunque se sienta capacitado para hacerlo; antes debe aprender a comprender que el Kyudo no se práctica únicamente con el arco , sino que también se deben observar unas reglas de etiqueta en el dojo.La práctica del Kyudo consiste en un trabajo permanente con uno mismo, tanto en el dojo como en la vida cotidiana.Los japoneses justifican el rigor de la disciplina y de la ceremonia por un proverbio que dice: El mundo se convierte en claro y ordenado cuando la mirada y el pensamiento son claros.   


  1. El Kyudoka debe saludar al Tokonoma cada vez que entra o sale del Dojo.
  2. El Kyudoka debe dejar sus zapatos en la puerta del Dojo.
  3. Los Kyudokas deben llegar antes de la práctica para preparar el Dojo, limpiarlo y para colocar el material en su lugar (Makiwara o mato, arcos, flechas, guantes, etc.)
  4. Para saludar el Dojocho se coloca a la derecha cerca de la entrada, los demás a su izquierda por orden de grado decreciente o de antigüedad.
  5. Antes del saludo de clausura, es necesario recoger todo el material.
  6. Antes y después de la práctica, se saluda al Maestro, sea individualmente o en grupo a la orden de REI.
  7. Es conveniente saludar al Maestro o al veterano que nos corrige antes y después, agradeciendo los consejos que han tenido a bien darnos.
  8. Cuando un Kyudoka necesita hablar con el Maestro, debe sentarse, si el maestro está sentado o permanecer en pie, si el maestro esta de pie. Hay que tomar la misma posición que él tiene.
  9. El Mato del extremo izquierdo (Oshi Mato) se reserva para el Maestro, los otros se distribuyen según los grados, siendo los principiantes los que utilizan las del extremo derecho.
  10. En ausencia del Maestro se deben mantener las mismas normas de funcionamiento bajo la autoridad del más antiguo.
  11. Las reglas de seguridad inherentes al Dojo se deben observar escrupulosamente. Es preciso estar atentos y no pasar nunca entre el tirador y su diana, obedecer a las ordenes para ir  a retirar las flechas, y  controlar la flecha cuando está armada o encordada.
  12. Los deberes y las tareas del Dojo deben implicar a los Kyudokas en función de sus capacidades. Por ejemplo, encolar los Matos, cuidar de los arcos del Dojo, cuidar y preparar el Azuchi, aspectos de organización, reparación de material, cuidado del espacio.
  13. Durante el Shado no se deben comentar las correcciones, debe hacerse retirándose a un espacio adyacente que esté lo mas alejado posible de la línea de Honza, durante las pausas o cuando hay que reparar el material.
  14. Comer o beber solo se puede hacer en los lugares de descanso. Está prohibido hablar en el dojo,  salvo por razones muy graves o concernientes a la práctica. Las discusiones religiosas o políticas están prohibidas en los vestuarios e incluso  en los alrededores del Dojo. Está prohibido fumar en el Dojo y alrededores.
  15. Esta estrictamente prohibido tocar o utilizar el material de otro. Esta regla no se aplica al material común del Dojo.
  16.  Es el material que se utiliza en el Dojo
  17.  La vestimenta debe estar limpia y planchada. Los Kyudokas asisten limpios al Dojo. Las duchas o lavabos destinados al aseo de pies y manos están a disposición de los Kyudokas para tal efecto.
  18. El material del grupo, bajo guantes, guantes, cuerdas, arcos, flechas deben ser cuidados y reparados regularmente.
  19. Hay que agacharse para retirar el guante.
  20. Hay que quitarse el guante para cualquier acción que no sea el tiro, por ejemplo, para retirar las flechas del Mato.
  21. Está prohibido, excepto para el Maestro, mirar un tiro por encima del hombro de un Kyudoka sin haber sido invitado a  hacerlo.
  22. Está prohibido, salvo para el Maestro, el comentar o corregir un tiro sin haber sido invitado a hacerlo.
Kyudo. Un tire, une vie. Michel Martin. Amphora Ed. Paris, 1990.










Estas normas, casi todas , las practicamos semanalmente  con las variantes correspondientes. Lo que es indudable es que todas estas recomendaciones ayudan a que nuestra práctica sea más correcta y harmoniosa, especialmente aquellos consejos que tienen que ver con el silencio, el respeto mutuo y las correcciones inadecuadas entre los practicantes. Siempre suaves, suaves pero rigurosos.  



Texto extraído de un escrito de  JESÚS MARTÍNEZ CLARÁ. 











            

jueves, 24 de septiembre de 2015

viernes, 11 de septiembre de 2015







 

Mu Caligrafía Joshu 
 

Siempre Mudan. Bienvenido al maravilloso mundo del MUDAN. Desde que entré en los procelosos mares del zen, se que no soy nada. El control y la negación del yo autárquico no debe  perderse nunca. Hay personas en los Dojos de Zen que creen que porque llevan más tiempo practicando pueden decir algo. La respuesta es siempre la misma: MU.  Nada. La observación sobre la práctica es algo muy sutil y delicado porque se pueden ir sumando errores de alguien que cree haber entendido algo o que dijo que dijo tal cosa o tal otra. Lo correcto es que hable quien sabe, quien ha hecho el esfuerzo de dejar de ser MU: nada. Mu tiene el prestigio de un antiguo Koan de la tradición Renzai Zen que como casi todos se explican una y otra vez pero que ninguno de nosotros entiende todavía. Se dice que Zhaozhou, en japonés Joshu,  dijo hace 1.200 años: Mu. Nada es la respuesta para casi todo lo que tiene que ver con lo que nos gusta, la negación del ego y de todo como principal objetivo. Ante la pregunta de si un perro tenía la auténtica naturaleza de  Buda, Joshu contestó : MU. Desde ese momento no hemos dejado de pensar sobre lo que esta respuesta significa,  mientras perseveremos en la nada, en el vacío absoluto. Por siempre MU.



Texto extraído de la WEB de  JOSHU MARTÍNEZ CLARÁ.  Arte- Shodo (Caligrafia)- Kyudo(Tiro con Arco) Tai Chi y ZaZen.

http://joshumartinezclara.balearweb.net/archives/200805